No es sorprendente la filtración de un borrador de opinión en Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization desató una tormenta de protestas y cobertura mediática. La mayor parte de la cobertura de los medios, y todas las protestas, se han centrado en el razonamiento y el resultado del borrador. Pero hay otro aspecto de la historia: la aparente erosión de la confidencialidad y la confianza en la Corte Suprema.
Para entender por qué eso es importante, empecemos por el principio. La Constitución divide el poder en tres poderes. El Congreso redacta las leyes. El presidente ejecuta las leyes. Y el poder judicial interpreta las leyes. Las dos primeras ramas están diseñadas para responder a consideraciones políticas.
Pero se supone que el poder judicial es diferente. Los jueces federales están protegidos de la presión política a través de la tenencia vitalicia. El papel de un juez federal es interpretar y aplicar la Constitución y las leyes. Durante sus audiencias de confirmación, el presidente del Corte Supremo, John Roberts, comparó el hecho de juzgar con un juego de béisbol: su trabajo, como él lo vio, era dictar bolas y strikes.
Por supuesto, el trabajo no es tan simple. Analizar los estatutos federales puede ser un desafío. Una palabra ambigua o una frase incómoda pueden provocar un intenso debate sobre cómo debe funcionar una ley. La interpretación constitucional suele ser aún más exigente. La Constitución a menudo está redactada en términos generales, como nos gusta decir a los profesores de derecho, sus disposiciones son de “textura abierta”. Existen diversas teorías de interpretación constitucional que dan como resultado conclusiones marcadamente diferentes sobre lo que significa el texto. Y puede que se sorprenda de la frecuencia con la que dos jueces que utilizan los mismos métodos interpretativos llegan a resultados muy diferentes.
Resolver todo esto requiere una investigación meticulosa y una redacción cuidadosa, un proceso que depende en gran medida de la colaboración institucional. La mayoría puede estar de acuerdo con un resultado, pero esa es solo una pieza del rompecabezas. El resultado se aplica solo al caso en el bar. Es el razonamiento lo que afecta los casos futuros. Los jueces de apelación deben tener cuidado de obtener el razonamiento correcto.
El proceso se parece a esto. Las partes informan a la corte sobre los asuntos del caso y presentan sus mejores argumentos de por qué deberían prevalecer. Los miembros de la corte deliberan en privado y tentativamente acuerdan un resultado.
Ese resultado no es definitivo, es un punto de partida. Un juez redacta una opinión que se distribuye entre el resto de la corte. Otros jueces brindan retroalimentación. Podrían pensar que hay una mejor explicación para un problema. No les gusta la forma en que la opinión enmarca otro tema. El juez que redactó la opinión recibe comentarios de quienes están de acuerdo y de quienes no están de acuerdo, y luego trabaja para mejorar el borrador. Cuando todavía hay desacuerdo, los jueces son libres de emitir opiniones separadas que no estén de acuerdo con el razonamiento o el resultado de la opinión.
Este proceso colaborativo agudiza el razonamiento de la corte. Conduce a un mejor producto final. Pero el nivel de apertura que requiere deja vulnerables a los jueces. ¿Qué pasa si hay una violación de la confidencialidad? Tal vez se haga público un error en un borrador. Como ex juez, puedo decir con confianza: todos somos humanos. Todos cometemos errores. Podemos perder detalles clave. Por lo tanto, en una corte de apelaciones, dependemos en gran medida de nuestros colegas, nuestros secretarios y el personal del corte para mejorar los borradores de opiniones. Ese nivel de apertura y vulnerabilidad requiere confianza. Y la confianza requiere confidencialidad.
Ser juez es un trabajo desafiante. Hay mucho en juego en muchos casos. Los problemas suelen ser complicados. La presión para llegar a la respuesta “correcta” es palpable. El proceso deliberativo interno es fluido. A veces, es francamente caótico. A medida que los jueces razonan los problemas y participan en debates internos, sus fundamentos pueden cambiar. Los votos pueden cambiar. Y cuando los votos cambian, los resultados pueden cambiar. La confidencialidad permite que se lleven a cabo deliberaciones internas sin presiones indebidas de las partes o del público. Recuerde, los jueces y jueces no están tratando de llegar a un resultado popular. Están tratando de llegar al resultado legal correcto.
La confidencialidad lo hace posible. Es por eso que el presidente del Corte Supremo Roberts, un hombre famoso por sus respuestas mesuradas, ha tenido palabras particularmente duras para el filtrador. En declaraciones públicas, el presidente del Corte Supremo calificó la filtración de “traición”, “tontería” y “absolutamente atroz”. La filtración de un borrador de opinión, particularmente en un caso como el de Dobbs, corrompe el proceso deliberativo y erosiona la confianza.
Mientras que el público responde a la sustancia del borrador filtrado, la Corte Suprema debe remediar un daño institucional: la pérdida de confianza tan esencial para un órgano judicial que funcione correctamente. Esperemos que puedan hacerlo.